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claudia.ordonez

MISIÓN AURORA: BITÁCORA DE VIAJE DE UN FOTÓN

Por: Karina Sepúlveda y Laura Vélez

 

Entrada 1. Origen
Ubicación: Núcleo del Sol
Temperatura: Aprox. 15 millones de grados Kelvin
Tiempo estimado de creación: hace 40.000 años 

Mi historia comenzó en uno de los lugares más calientes y densos que se pueden imaginar: el centro del Sol. Allí los átomos de hidrógeno chocan con tanta fuerza, una casi imposible de describir, que se fusionan y liberan cantidades descomunales de energía. Parte de esa energía me dio origen, aunque no como soy ahora. Desde entonces he cambiado miles de veces, fui absorbido, reemitido, alterado y transformado. Al principio tenía muchísima energía, tanta, que a los ojos de quien hoy me lee yo ni siquiera entraba en el rango de lo que era visible. Era un rayo gamma, una forma de luz extremadamente energética.

No tengo masa, pero sí energía. Y aunque viajo a la velocidad de la luz, poder salir del Sol no fue una tarea fácil. Durante miles de años fui absorbido, reemitido, y desviado por los átomos de plasma en las capas internas del Sol. Mi trayectoria fue errática, difusa, como estando a ciegas dentro de un laberinto interminable. Con el paso de cada segundo mi energía cambiaba. La energía con la que nací, como rayo gamma, fue cediendo, transformándose poco a poco, hasta convertirme en un fotón más moderado, formando parte de lo que los humanos llaman la luz visible. 

Entrada 2. Escape solar y viaje interplanetario
Ubicación: Atmósfera externa del Sol y espacio interplanetario
Duración del trayecto a la Tierra: 8 minutos y 20 segundos 

A medida que me alejaba del Sol, el entorno se volvía más oscuro, más silencioso, casi vacío. Pero yo avancé sin detenerme, llevando conmigo una historia que aún no terminaba.

Junto a mí viajaban millones de partículas cargadas: electrones y protones expulsados por el viento solar. Estas partículas no son fotones como yo; tienen masa y carga eléctrica, y podían ser desviados por los campos magnéticos de los planetas por los que pasábamos. Yo en cambio, seguí una línea recta, inalterable, impulsado solo por mi energía. 

A medida que nos acercábamos a la Tierra, las trayectorias de estas partículas empezaron a cambiar. Algunas eran desviadas y muchas simplemente seguían su curso hacia otros rincones del Sistema Solar. Pocas se detenían aquí. Pero las que lo hacían, encontraron un gran obstáculo: la magnetósfera. Un escudo invisible que rodea al planeta y lo protege del Sol. Más precisamente, de partículas como nosotros, que veníamos del Sol.

 

Entrada 3. Encuentro con el campo magnético terrestre
Ubicación: Magnetósfera terrestre

El campo magnético de la Tierra rodea todo el planeta y actúa como una barrera protectora contra la mayoría de partículas que llegan desde la estrella de este sistema. Pero en las regiones cercanas a los polos las líneas del campo convergen hacia la atmósfera. En estas zonas específicas, muchas de las partículas como yo, y también aquellas que me acompañan, logran atravesar esta barrera e ingresar a la atmósfera de la Tierra a altitudes de entre 80 y 300 kilómetros sobre la superficie del planeta. 

Mientras yo seguía iluminando con mi luz solar la atmósfera, y todo lo que está por debajo de ella, vi cómo muchas de esas partículas eran guiadas hacia el norte y el sur del planeta. Una de ellas, un pequeño electrón solar, cayó hacia la Tierra hasta chocar con un átomo de oxígeno en la parte alta de su atmósfera, a más de 100 kilómetros de altura. Pero no fue el único.

Entrada 4. Otros como yo 
Ubicación: Atmósfera polar - 110 km de altura sobre la superficie terrestre
Noche en el hemisferio norte

Esa colisión inicial fue breve, pero suficientemente poderosa. En ese instante, uno de los electrones del átomo ganó más energía de la que normalmente tiene y pasó a un estado en el que no suele estar. Pero ese estado no podía durar, fue en realidad un instante de tensión cuántica, por lo que el electrón volvió a su nivel habitual de energía. Y como resultado, surgió un nuevo fotón. 

Este nuevo fotón verde brillante, no venía del Sol, pero compartimos origen. Éramos distintos, pero estábamos conectados. Reconocí en él algo familiar: la misma energía solar que me había impulsado desde el principio, ahora manifestada de otra forma. 

Y así, pronto comenzaron a producirse colisiones por todo el óvalo polar. 

Entrada 5. Hora del espectáculo
Ubicación: Atmósfera polar - 85 km de altura sobre la superficie terrestre

Aunque yo continué mi trayecto inalterado, varias de las partículas con masa y carga eléctrica que viajaban conmigo, producto del viento solar, hicieron lo mismo que aquel pequeño electrón. Así comenzó una serie de colisiones entre las partículas provenientes del Sol con los átomos de la atmósfera terrestre. Suena un poco violento, pero en realidad se convirtió en el inicio de un espectáculo luminoso sin igual. Estas colisiones iluminaron la atmósfera de los polos con colores verdes, azules y rosados que parecían danzar y diluirse en el oscuro cielo nocturno que estaba por encima de ellas. ‘Auroras’ las llaman en la Tierra.

El cielo comenzó a encenderse. Desde mi trayectoria en lo alto de la atmósfera, vi cómo miles de fotones nacían uno tras otro. No era yo quien era emitido esta vez, sino ellos, los fotones aurorales que acababan de surgir de la interacción entre las partículas del viento solar y los átomos de la Tierra.

Algunos llevaban tonos verdes, como aquel primero que vi surgir. Otros, los que surgían de los choques que ocurrían a mayor altura en la atmósfera, eran rojos, producto de oxígeno excitado en capas superiores. Algunos eran azulados o violetas, y esos surgían a raíz de la interacción de las partículas con el nitrógeno. Todos juntos, coordinados por la fuerza del campo magnético, formaban un espectáculo en movimiento, un río de luz que ondulaba, se extendía y se desvanecía.

Desde abajo, los ojos humanos se alzaban hacia el cielo. Para ellos era misterio, magia. Para mí era física, una cadena perfecta: energía solar viajando por el espacio, transformada en luz por átomos de la atmósfera. Yo no era parte de esa luz, pero al verla, comprendí que su existencia, de alguna forma, también era la mía.

Entrada 6. ¿Me ves?
Ubicación: Frente a tus ojos

La aurora comenzaba a apagarse. El cielo seguía oscuro, aunque no del todo. La luz del amanecer empezaba a asomarse desde el horizonte. Fue en ese momento cuando yo alcancé la atmósfera de la Tierra. No fui parte de la aurora, llegué unos instantes después, cuando el entorno todavía conservaba su efecto.

Y aunque el espectáculo se está desvaneciendo, mi viaje aún no ha terminado. Mi destino final eres tú.

Si aún estás ahí, en la oscuridad de una noche polar, mirando al cielo, tengo la oportunidad de cruzar un nuevo umbral a través de tu ojo. Pasando por tu córnea, luego por el cristalino que enfoca mi trayectoria, y finalmente alcanzando tu retina. Ahí, una célula sensible a la luz me absorberá. Y en  ese instante, entonces, dejaré de ser un fotón. Mi energía se transformará en un impulso eléctrico que viaja por tu nervio óptico hasta tu cerebro.

Y entonces me ves. Convertido en parte de tu experiencia. Ya no soy solo una partícula de energía; soy una chispa de significado, una percepción, un recuerdo. Un punto de luz blanca que sucedió a una aurora que te hizo mirar al cielo y preguntarte qué hay más allá.

Ese es mi verdadero final. No cuando fui emitido, ni cuando viajé por el espacio, sino cuando me convertí en parte de ti.

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