
El presente y el futuro de la exploración espacial: el cosmonauta Fyodor Yurchikhin en el Planetario de Bogotá
Por: Laura Vélez Hernández
'No sean cosmonautas como alguien —dijo Yurchikhin, mientras se señalaba a sí mismo, como si esa fuera la instrucción más importante que impartiría en toda su vida—; sean cosmonautas como ustedes mismos'.
Con más de 670 horas en órbita alrededor de la Tierra, a bordo de la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés), Fyodor Yurchikhin ha pasado a la historia como uno de los cosmonautas más emblemáticos de la Federación Rusa. En su visita al Planetario de Bogotá, el pasado 3 de noviembre, su presencia trascendió lo educativo y lo protocolario para convertirse en una invitación dirigida a los jóvenes del país —y del mundo— a imaginar y construir un futuro mejor, y a no dejar de maravillarse cada vez que miran al cielo y se preguntan qué existe más allá de lo visible.
Con el entusiasmo de quien redescubre su viaje en cada palabra, compartió bajo el domo de la ciudad sus aventuras y logros fuera de la Tierra, tanto como comandante como tripulante de diversas misiones espaciales. Además, destacó la importancia de promover la cooperación internacional y de analizar los desafíos que enfrenta la industria aeroespacial.
Sin embargo, lo verdaderamente memorable ocurrió cuando se acercó a los niños y jóvenes que lo esperaban con libretas, dibujos y un par de preguntas imposibles. Yurchikhin respondió con la grandeza y la humildad de quien ha visto la Tierra desde arriba y, aun así, sigue sorprendiéndose cada vez que alza la mirada hacia el cosmos. Fue entonces cuando dejó atrás el discurso solemne de la figura histórica y comenzó a hablar como alguien que sabe lo que significa soñar desde abajo y trabajar incansablemente para alcanzar aquello que parece estar más allá de los límites del cielo.
“Tengan sueños. Yo fui un chico con suerte, pero los sueños son los que les dan la capacidad de lograr sus objetivos”, afirmó sin romanticismos, como quien ha comprendido que la suerte no existe sin dirección ni esfuerzo. 'Sea medicina, astronomía o cualquier otro camino que deseen seguir, háganlo con pasión y dedíquense a conseguirlo. No deben darse por vencidos nunca, ni siquiera en las situaciones más extremas'.
Entre reflexiones y sonrisas, el ingeniero mecánico y piloto compartió lecciones inspiradoras que alentaron a los más de 200 asistentes a buscar respuestas incluso a los dilemas más complejos, convencido de que nadie —ni en la Tierra ni en el espacio— puede escapar a la responsabilidad de pensar y cuestionar.
También dejó claro que, para él, los niños y jóvenes representan el verdadero futuro de la humanidad. Serán ellos, dijo, quienes forjarán el camino de las generaciones venideras y quienes tienen en sus manos el poder de transformar la historia del planeta. Todo ello —recordó— debe hacerse siempre con el honor de representar a la patria y con el orgullo de ser portavoz y ejemplo de una nación ante el mundo. 'Nunca hay que olvidar que se representa a un país', recalcó.
Había algo profundamente honesto en su manera de expresarse, quizá porque sabía que él mismo fue, alguna vez, un niño curioso tratando de comprender el mundo, igual que quienes lo escuchaban. Al final, Yurchikhin no solo habló del futuro de la industria aeroespacial, sino del futuro que tenía frente a sí: el futuro del mundo.
Ese día, en el Planetario de Bogotá, alguien que ha visto nuestro planeta desde arriba recordó a los asistentes una idea tan simple como poderosa: el primer paso para llegar a la cima sigue siendo mirar hacia arriba; el segundo, creer que también es posible alcanzarla.
Foto por Luisa Borja
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